30/01/10

LA ILUMINACIÓN DE UN CRIMEN


A Raoul Hilberg, el autor de La destrucción de los judíos europeos, no le gustaba el uso de la palabra holocausto. La palabra tiene, en efecto, un origen –hebreo– que la vincula con el sacrificio. Y específicamente con el sacrificio por el fuego. Los argumentos de Hilberg sobre el particular me parecieron siempre un punto quisquillosos, como propios de alguien que ha ido en algún asunto demasiado lejos. Es decir, de alguien que sabe la verdad. Comprendía también que Hilberg se rebelara contra la excesiva sonoridad de holocausto, en especial después de ser el título de una serie de gran fama. Y comprendía, sobre todo, y como resultado postrero de ese carácter sacrificial, que le repugnara la descripción de un asesinato donde donde no se viera la mano del asesino.

Sin embargo, la objeción de Hilberg no he acabado de comprenderla hasta haber leído lo que el presidente Rodríguez Zapatero declaró ayer a propósito del 65 aniversario de la liberación de Auschwitz. (Un paréntesis relativo: el presidente suele tener problemas con el genocidio. Como recordaba Jon Juaristi en Factual, durante una visita al campo de Matthausen, en 2005, homenajeó a los exprisioneros republicanos subrayando que su sufrimiento había sido víctima de una doble ocultación: la del franquismo y ¡la de los sufrimientos de los otros!, y es mía la admiración). Ayer, y en una declaración que nadie tiene por qué pensar que no sea de su puño y letra, el presidente del gobierno llegó más lejos que nunca en su torpeza retórica. Baste decir que en 185 palabras fue capaz de incrustar sombrío, sol, luz, resplandor, e iluminando, seguramente para ver si así. Y un afrentoso Primo LevY, que a más de veinticuatro horas de haberse escrito aún cuelga de la web de La Moncloa. Pero lo más importante es que el presidente atribuyó a la matanza de los judíos «un valor moral cuyo resplandor hoy nos sigue iluminando.» La iluminación de un crimen. Si ese terrible empastado retórico, que tanto esconde la ignorancia y la banalidad como la debilidad de los principios, puede haber surgido de la escritura del presidente es gracias a la filtración de ese excremento contenido en holocausto. De la turbia convicción de que en un asesinato de tal magnitud han de regir fuerzas parahumanas, telúricas, abisales, ¡poéticas!, capaces de convertir un asesinato en un sacrifico. Que es al final lo que nos enseña la pasión y muerte de Nuestro Señor. Al que los judíos, desde luego, no otorgan más milagro que su condición de víctima.


ARCADI ESPADA

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