20/09/09

RETRATO APRESURADO DE IRVING KRISTOL


Irving Kristol, posiblemente la inteligencia más lúcida del conservadurismo norteamericano (además de su padrino, según sus críticos), murió el viernes pasado en Washington a los 89 años de edad, a causa de un cáncer de pulmón. Estaba casado con la filósofa Hertrude Himmelfarb con la que tuvo un hijo, William.

Irving nació en 1920 en Brooklyn, en el seno de una familia de judíos ortodoxos, y se formó en ese semillero de jóvenes contestatarios que fue el City College de New York, donde se unió al movimiento trotskista. A los veinte años, apadrinado por Sidney Hook, inició una carrera periodística que lo llevará en poco tiempo a redactor jefe de Commentary. En los años cincuenta dirigió el Comité Americano de la Libertad Cultural, uno de los foros del Congreso por la Libertad Cultural. En 1953 se hizo cargo de la revista Encounter, con sede en Londres, que recibía una cuantiosa subvención de la CIA. Esta revista marcó un hito en el mundo editorial anglosajón, tanto por su nivel intelectual como por su diseño. En sus páginas escribían Evelyn Waugh, W.H. Auden, Mary McCarthy, James Baldwin… e Isaiah Berlin, que debe a Kristol gran parte de su reputación.


Regresó a Nueva York en 1958 para hacerse cargo de Reporter. En 1965 fundó con Daniel Bell The Public Interest, destinada a ser uno de los principales y más acreditados portavoces del emergente neoconservadurismo, que completó en 1985 con The National Interest. En esta última revista apareció, en 1989, el famosísimo artículo de Fukuyama sobre el fin de la historia. Entre sus editorialistas se encontraba, además de Fukuyama, Samuel P. Huntington. Kristol era también miembro de influyentes asociaciones neoconservadoras y columnista habitual de The Wall Street Journal.


En 1979 publicó Confessions of a True, Self-Confessed Neoconservative y en 1999 Neoconservatism: The Autobiography of an Idea. Ofrecen en conjunto una mirada orgullosa a un pasado que reivindica íntegro. Reconoce que había sido un trotskista que leía concentradamente a Platón y añade que de sus ideas izquierdistas lo redimieron la realidad y sus dos principales maestros, Lionel Trilling y Leo Strauss. De ambos aprendió el poder revolucionario de las ideas.


El 25 de agosto de 2003 publicó en The Weekly Standard uno de sus últimos artículos, titulado “The Neoconservative Persuasion”. “Desde sus orígenes entre desilusionados intelectuales liberales en los años 70, lo que llamamos neoconservadurismo –escribía- ha sido una de esas corrientes subterráneas que aparecen en la superficie sólo intermitentemente”. El neoconservadurismo, añade, no es un movimiento, sino, más bien, una "persuasion" que surgió con el propósito de “convertir al Partido Republicano, y al conservadurismo americano en general, en contra de sus respectivos deseos, es un nuevo tipo de proyecto político capaz de gobernar una moderna democracia”. Según Kristol, el neoconservadurismo carecía de un conjunto definido de principios, aunque compartía algunas referencias históricas. “El texto favorito de los neoconservadores sobre política exterior, gracias al profesor Leo Strauss de Chicago y Donald Kagan de Yale, es La Guerra del Peloponeso de Tucídides”. En sus páginas aprendieron que el patriotismo es un sentimiento natural y saludable que nos vacuna contra la idea terrible del gobierno mundial, que sólo puede conducir a una tiranía mundial. Las instituciones internacionales que conducen hacia ese objetivo han de ser contempladas con la más profunda suspicacia. El político debe, ante todo, tener la capacidad de distinguir los amigos de los enemigos. Esto no es tan fácil como parece y las dos guerras mundiales lo demuestran. De Tucídides aprendieron, por último, que una nación pequeña puede tener intereses que comienzan y acaban dentro de sus fronteras, pero que una gran nación tiene intereses ideológicos. Por eso, los Estados Unidos se deben sentir obligados a defender a una nación democrática de los ataques de fuerzas no democráticas. Fue el interés nacional el que condujo a Estados Unidos a la defensa de Francia o de Inglaterra en la Segunda Guerra Mundial. Por eso mismo es necesario defender actualmente a Israel, cuando su supervivencia está amenazada.



Kristol definió a un neoconservador como "un liberal asaltado por la realidad”. Lo que la realidad le enseñó a él fue, entre otras cosas, que la vida política lleva implícita una dosis inevitable de decepción. La aceptación de la decepción con naturalidad sería la marca distintiva del conservador.

Shana Tova, Irvin.




GREGORIO LURI

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