18/09/09

EN DEFENSA DE ISRAEL



Una vieja religión recorre el mundo, el antisemitismo. Cualquier ocasión es buena para criticar a Israel. Sí, porque el antisemitismo postmoderno se disfraza de crítica política al Estado de Israel. El ejemplo más reciente, el informe de la ONU sobre la intervención militar de Gaza de diciembre y enero pasados. Aunque se critica a Hamás, el grueso va dirigido contra Israel a quien se acusa de violar el derecho humanitario bélico. Respuesta «desproporcionada», se dice en las más de 600 páginas de informe, y deseo de aterrorizar a la población de Gaza.

Equiparar el castigo deliberado contra civiles israelíes, incluidos niños en escuelas y guarderías, durante ocho años, uno tras otro, con un total de ocho mil cohetes disparados, a una acción militar que no movilizó más que unos pocos centenares de soldados durante 20 días, dice ya mucho de la ONU, una organización dominada por el rencor y el antioccidentalismo de las variopintas tiranías del mundo.

Como dice el hecho de que la acusación de desproporcionalidad se sustente sobre el dato de que murieron unos 1.300 gazeños frente a «sólo» un puñado de israelíes. Si Hamás no ha asesinado a más israelíes no se debe a no buscarlo, sino a su incapacidad para hacerlo. Justo lo contrario que el ejército de Israel que quien lo conoce, sabe que intenta evitar las bajas propias y enemigas tanto como puede.

Pero todo cuanto se diga da igual. Ser antiisraelí es una cuestión de fe. Basta con creer en ello. Su verja de seguridad —que tantos ataques terroristas ha frustrado— se condena sin más, olvidando, por ejemplo, que nosotros somos más que felices con las que rodean Ceuta y Melilla. Los afganos que mata nuestro ejército son siempre combatientes talibanes, nunca civiles, a pesar de que, como los milicianos de Hamás, no vistan uniformes ni distintivos. ¿De verdad creemos que Israel le pone a sus niños cinturones explosivos?


RAFAEL L. BARDAJÍ

Sem comentários:

Enviar um comentário