La niña bonita de Rodríguez Zapatero, la «Alianza de Civilizaciones» ha contado como gran -y casi único- apoyo con el primer ministro turco, Recep Tayyip Erdogan. Pero el rumbo que éste está imprimiendo a Turquía, alejándola de Occidente e islamizándola progresivamente, obliga a un replanteamiento.
Esta semana Erdogan ha realizado una visita a Teherán para reunirse con Ahmadineyad, a quien ha calificado de «amigo». Aunque no estaba allí para mediar sobre el programa nuclear, el momento elegido no podía ser más crítico al respecto, en medio del tira y afloja sobre las nuevas propuestas para el enriquecimiento de uranio. Su presencia le ha insuflado nuevos bríos a un Ahmadineyad altamente contestado por sus ciudadanos y también por algunos de los suyos.
Para empezar Erdogan ha afirmado que Irán está en su derecho de proseguir con las tecnologías nucleares con las que está trabajando, en clara contradicción con lo que demanda la ONU; en segundo lugar, Erdogan se ha sumado a las diatribas que lanza continuamente el líder iraní contra Israel. Si bien no ha ido tan lejos como Ahmadineyad que pide «borrar del mapa a Israel», Erdogan ha dejado claro que Israel ya no es socio preferente para Turquía.
En las últimas semanas, Turquía impedía la celebración de unas maniobras navales de la OTAN por el mero hecho de que se había invitado a un buque de la Marina israelí, lo que se sumaba al enfrentamiento que el propio Erdogan sostuvo con Peres en Davos y su condena sobre la acción militar contra Hamas en Gaza.
Erdogan fue el primer líder político en felicitar a Ahmadineyad por su victoria del pasado 12 de junio, como sabemos teñida por el fraude masivo y, posteriormente, manchada por la sangre de los manifestantes. Si es este el amigo de la alianza de civilizaciones, más vale que nuestro presidente cambie de amigos. Y pronto.
RAFAEL L. BARDAJÍ
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