10/12/09

TERTSCH


Hermann Tertsch lembrava-no-lo num artigo que no seu momento reproduzímos em Últimos dias de Bar Kochba: o Bloque Nacionalista Galego (BNG), no poder na Galiza grazas à sua aliança com o PSOE governante em Espanha, ostenta o duvidoso privilégio de ter-se convertido no primeiro partido com responsabilidades institucionais na história de Europa em negar-se a condear o Holocausto, o extermínio de seis milhões de judeus. Fixo-o na Comisão Permanente do Parlamento da Galiza ao opôr-se a uma condeia do nazismo com motivo do Dia da Lembranza às Vítimas do Holocausto celebrado o 27 de Janeiro de 2008, apresentada por iniciativa dos nossos amigos da AGAI.

Inasequível na denúncia desta e todas as imposturas dessa esquerda borracha duma falsa superioridade moral, Tertsch fora despedido há uns quantos anos de El País, onde constituia a sinatura mais emblemática nas páginas de internacional, mas também a mais incómoda por ser amigo de Israel e negar-se a agir como um ánti-semita –na linha do neonázi Juan Miguel Muñoz, correspondente actual deste papel no Meio Leste ou dalguns dos seus colaboradores estrela: Goytisolo, Maruja Torres ou o triste Pepe Saramago. Actualmente é colunista no ABC e dirige o informativo das noites em Telemadrid. Onde põe cada noite do fígado à progressia colega de Hamas e Al Qaeda. Ah, e para além de tudo, aborrece sem titubeios do socialismo e os seus cem milhões de mortos. Quer dizer –no código que utiliza a esquerda progressista nestas latitudes- é um redomado fascista.

A semana passada, um dos agitadores televissivos do sindicalismo da cachiporra e altavoz mediático da becerrada yihadista de Nunca Mais, José Miguel Monzón (para os seus amigos El Gran Wyoming), puxo-o no centro da diana como elemento prescindível e indesejável. Apenas umas horas depois um descerebrado camisa parda de CCOO ou da UGT, suponho, ou se acaso algum ninhato embutido na sua servilheta a quadros palestiniana, agrediu cobarde e selvagemente a Hermann pela espalda provocando-lhe diversas contusões e a fratura de várias vértebras. A canalha a soldo de El País, sacando a passear o estalinista que levam dentro, destacaram na sua telegráfica referência de ontem na antepenúltima página, que “fue agredido en la calle Almirante, próxima al Barrio de Chueca”. Claro, já se sabe, se estás perto do bairro de Chueca é que es um “maricón” (que escândalo para a moral desta hipócrita progressia!) e, ergo, já é conhecido, como bem aplicam os seus idolatrados Castro e Ahmadineyad, que o disoluto gay só entende uma lei: a do páu e pom-te teso. É dificil, em verdade, superar tanta misséria.

Estes valentes milicianos da esquerda, herdeiros dos que em 1934 encheram as cunetas de cadavres com a caluga reventada dum tiro, que a finais dos setenta balearam heroicamente nas pernas ao escritor Federico Jiménez Losantos tras amarrá-lo a uma árvore (hoje são respeitáveis parásitos de ERC nalguma instituição pública a conta dos nossos petos) e que trataram de linchar aquí ao lado a Maria San Gil ou o professor Miguel Cancio por não comungar com a roda de moínho názi, mais cedo que tarde vam rematar pondo um morto acima da mesa. Que não? Ao tempo.

Adjunto, desejando-lhe uma completa recuperação, um texto de Hermann Tertsch publicado há um par de meses no ABC, e remato com as suas palavras: “La esencia de Israel es la superación de la amenaza al exterminio, la defensa a ultranza de la libertad, la dignidad y la conciencia. Es un rotundo y sencillo concepto de vida. Por eso tiene tantos enemigos en todas partes. Pena y pavor da el hecho de que aquí los tengamos en el Gobierno”.


SOPHIA L. FREIRE



LA INTERNACIONAL



La Internacional suena bien, aunque el texto, reconocerán, es algo malhumorado. Me gusta especialmente la fonética del texto alemán. Más suave que el original francés y que el ruso. En cuanto a su música, cierto es que es un himno mediocre, pero nadie discutirá que ha sido un superventas en el siglo XX. Por desgracia para todos.

Muchos millones la cantaron entusiasmados o forzados, otros la tararearon esperando ser fusilados, deportados o en sesiones de tortura. El gran «hit de la igualdad» pronto fue la melodía de la venganza, del odio, la opresión y la muerte. La Internacional fue, por lógica, el primer himno de la URSS. Desde 1922 a 1944. Entonces, en plena guerra, Stalin pensó que le convenían menos coros internacionalistas y más clamor patriota. La Internacional quedó así degradada a mera copla ideológica para conmover o movilizar el entusiasmo revolucionario de los súbditos nacionales, los lacayos extranjeros y los compañeros de viaje. Eso lo hizo bien Stalin, gran amante de la música -y del teatro-. Encargó un himno para la URSS con texto de Sergei Michalkov y música de Alexander Alexandrov. El resultado fue extraordinario. Alexandrov compuso una música que hace del soviético, sin duda, uno de los himnos patrios más bellos de la historia. Hoy vuelve a ser el himno de Rusia, aunque el longevo Sergei Michalkov, autor de la letra original, tuvo que escribir, medio siglo después, otro texto más acorde con los tiempos. Las loas a Stalin y la llamada al exterminio del prójimo resultaban algo anacrónicas. Hoy sólo las cantarían con buena conciencia comunistas españoles.

Pero volvamos a La Internacional. Que por cierto no sé si, cuando suena, cotiza a la hucha de Teddy Bautista en la SGAE. La marcha proletaria no es mejor ni peor, en música y texto, que la canción de Horst Wessel que cantaban las SS y las SA en honor de un nazi muerto erigido en mártir del régimen nazi. Resulta curioso que, evocando como evocan ambas a dos regímenes criminales, la canción de Horst Wessel sólo la cantan los hooligans neonazis alemanes en los estadios cuando están muy borrachos, mientras La Internacional la canta el Partido del Gobierno de España. Nada tienen que ver con grandes himnos o canciones de combate excelsas.


Como himno patriótico, dicho está, hay pocos con la grandeza del soviético, hoy el ruso. Insuperable musicalmente es el Himno de Europa, ultima parte de la Novena Sinfonía de Beethoven. Y gloriosa su versión alemana, en la que se unen el genio de Fráncfort con la maravillosa oda de Schiller a la alegría emanada del amor y la fraternidad de los seres humanos, de la gracia divina, die Freude (la alegría) como soplo de Dios a los humanos, según convicción hoy nada de moda. Por lo demás, como cánticos de combate -que La Internacional también pretende ser-, no conozco nada que supere a las canciones de los regimientos del ejército imperial británico. Con fuerza, solemnidad y belleza literaria, compuestas por compañeros combatientes que iban a las guerras decididos a ganarlas. Porque sabían que iban a matar y morir por una causa mejor que la de su enemigo. Y por una causa superior a cada uno de ellos y a todos ellos en conjunto, que eran patria y dignidad, libertad y grandeza, sus tradiciones y la paz y seguridad de sus familias y su pueblo.

En todo esto pensaba yo el domingo mientras escuchaba La Internacional cantada por lo que parecía un grupo de gañanes a su vuelta de San Fermín. Ni La Internacional, que dejó hace un siglo de ser una canción idealista para convertirse en el himno de la ideología criminal que más muertos ha causado en la historia de la humanidad, se merece un coro como el de Rodiezmo. «Arriba, parias de la Tierra, en pie famélica legión», cantaban los chicos del picnic, entre los que había pocos que hayan trabajado en su vida fuera del sector de la intriga, la escalada y toma de despachos. Todos aparatchiks pidiendo, para repetir el año que viene, ayuda a la famélica legión. Por eso hacen todo lo posible para que ésta crezca sin cesar.

Finalmente, me chocó una contradicción estética. Entre tanto puño en alto, habría que recomendar a Alfonso Guerra que no abra tanto la boca al cantar como al hablar. Porque parece Millán Astray riéndose.


HERMANN TERTSCH

Sem comentários:

Enviar um comentário