05/01/10

SOBRE EL SIGNIFICADO DE ARBEIT MACHT FREI


Estos días la cínica inscripción de hierro del portal de Auschwitz, testigo del paso de miles y miles de víctimas del Holocausto, ha estado de actualidad. Pocos objetos representan como éste el valor incalculable que unos trozos de hierro viejo pueden adquirir cuando constituyen un símbolo. Únicamente esa dimensión simbólica, profundamente sentida, los hace codiciables y susceptibles de ser robados. Como trasfondo hallamos una obsesión fetichista por la autenticidad que parece agudizarse todavía más en una época en la que prácticamente todo es falsificable, reproducible y virtual.

El cartel de Arbeit macht frei (literalmente 'el trabajo hace libre') es la más pequeña de las muñecas rusas del simbolismo de todo un siglo. Arbeit macht frei constituye la insignia simbólica del campo de exterminio de Auschwitz; Auschwitz, por otro lado, es el lugar simbólico por excelencia del Holocausto; y el Holocausto, a su vez, se ha convertido en el símbolo absoluto del mal y en el representante ideológico de nuestro malogrado siglo XX. Ése es el peso que los tres jóvenes rateros han llevado tranquilamente sobre sus espaldas durante unos pocos días, hasta que, troceada y reducida a su humilde categoría original de hierro viejo, la ajada leyenda ha sido felizmente recuperada.

Sin embargo, no fue Auschwitz el único campo que ostentó esta leyenda, como demuestran las siguientes fotografías de los campos de Sachsenhausen, Dachau y, de un modo más modesto, Theresienstadt.

Tan sólo Buchenwald se diferencia de los demás campos por su sentencia en el portal: Jedem das Seine ('A cada uno lo suyo'):

Todas estas incripciones comparten la circunstancia de que se ciernen sobre la puerta de entrada del campo, justo en la línea divisoria entre la normalidad y un microcosmos tan terrible como absurdo en el que ninguna de las normas éticas y sociales del exterior resulta aplicable.


Se ha discutido mucho sobre el sentido de estas palabras, 'el trabajo hace libre', en los campos nazis. El letrero se creó en 1940 para la entrada del primero de los diversos Lager que constituyen Auschwitz --Auschwitz I-- que estaba destinado sobre todo a albergar a los disidentes polacos. (Los judíos y los gitanos serían exterminados más adelante en el segundo campo, Auschwitz II Birkenau). En un artículo de 1959, Primo Levi considera que la frase encierra una metáfora del futuro Nuevo Orden nazi y resume del siguiente modo su sentido:
El trabajo es humillación y sufrimiento, por lo que no encaja con nosotros, el Herrenvolk, el pueblo de dominadores y héroes, sino para vosotros, enemigos del Tercer Reich. La única libertad que os espera es la muerte.
Sin embargo, esta interpretación entra en colisión con la gran importancia ideológica que el nazismo otorgaba al trabajo. Fueron trabajadores alemanes --organizados en el llamado Frente de Trabajo del Reich-- los que construyeron las celebérrimas autopistas y recibieron toda clase de honores públicos. En El triunfo de la voluntad de Leni Riefenstahl, por ejemplo, desfilan con orgullo llevando simbólicamente una gran pala al hombro en lugar del fusil:

En la entrada de los campos de trabajo para los alemanes arios del Reich figuraba la leyenda Arbeit adelt ('El trabajo ennoblece'). Y en las proclamas oficiales se considera el trabajo uno de los principales medios de educación y formación de la juventud alemana.

No es en el desprecio del trabajo, por tanto, donde cabe buscar el cinismo de la inscripción nazi. De cara a la opinión pública, los campos de concentración tenían como objetivo reformar a los prisioneros y habituarlos a constituir un eslabón útil en la sociedad alemana, y para ello iba a emplarse el trabajo --forzado, claro está-- como instrumento principal de dignificación. Desde este punto de vista, las inscripciones en los portales de los campos, visibles para cualquiera que se aproximara desde el exterior, tendrían una función propagandística y no habría que entenderlas de forma irónica, sino literal: una vez el prisionero hubiera trabajado lo suficiente para reformarse, alcanzaría la libertad. Una idea tranquilizadora.

Por supuesto, nada de todo eso sucedía en realidad. Muy pocos prisioneros fueron liberados de los campos, y el trabajo que supuestamente debía constituir su pasaporte para el exterior era a menudo la causa de su muerte. Aun así, sólo los presos que lograban pasar la selección inicial y eran considerados aptos para el trabajo tenían alguna posibilidad de sobrevivir al menos unos meses más.


El biógrafo de Himmler, Peter Padfield, aún establece dos lecturas más de la célebre frase, ninguna de ellas irónica, una destinada a los prisioneros y otra a los guardianes del campo: Si Hitler había manifestado que la doctrina nacionalsocialista "no es una doctrina de felicidad y buena suerte, sino de trabajo, de autosuperación y de sacrificio", la frase Arbeit macht frei indicaba a los prisioneros que estaban obligados a trabajar y a morir como único modo para redimirse de su cualidad de infrahombres y para liberar al Reich del infausto peso de su presencia.

En cuanto a los guardianes del campo, la frase les recordaba que su trabajo de aniquilación de los infrahombres era necesario para curar las heridas que éstos causaban a la comunidad del pueblo, un trabajo tan meritorio que al ejercerlo quedaban automáticamente liberados de toda culpa.

En definitiva, la misma frase tendría un sentido propagandístico para los alemanes libres, otro de perversa redención metafísica para los prisioneros y uno de autoexculpación para los guardianes. Una tríada de significados que encajan entre sí con inquietante perfección.

El cerrajero polaco Jan Liwacz, uno de los prisioneros encargados de forjar el arco que lleva la leyenda, afirmó en 1965 que la "b" de "Arbeit" había sido invertida expresamente, como discreto signo de protesta. No se sabe si las SS cayeron en la cuenta, ni tampoco si esa "b" invertida tuvo alguna importancia simbólica como signo de resistencia para los prisioneros durante su reclusión. También podría haber sido un simple error. En cualquier caso, la presencia de esta imperfección, premeditada o no, incorpora una anomalía consoladora en la calculada y perversa polisemia de la frase. La "b" invertida de Auschwitz muestra la humana belleza de la imperfección: la ruptura simbólica con la eficacia rigurosa de una fábrica de muerte


ROSA SALA ROSE

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